La herencia de los patriarcas
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Carlen es arrastrado de una vida tranquila en el Malecón Habanero a estar a la deriva en alta mar en medio de un huracán, con un cadáver como copiloto. La razón está en su cintura: un antiguo revólver, parte de la historia de Inglaterra, Sudáfrica y Cuba.
Por su posesión se disputan la policía, un asesino cienfueguero, una sórdida banda criminal y la secta de los Ashmoleanos. De su lado, solo un chino borracho, un veterano de la Guerra de Angola y su fiel Poly.
Envuelto en la carrera del Dodo, tan vertiginosa como el huracán donde está atrapado, sus únicas alternativas parecen ser la intervención divina de Oyá… o apoyar el cañón de esta extraña arma en su cabeza, que comienza a resbalar hacia la locura.
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Descripción
La herencia de los patriarcas inicia con Carlen y Poly, que han formado pareja y viven en el apartamento del Malecón.
La mujer se ha convertido en una médium famosa entre la farándula habanera y Carlen mantiene su trabajo en la granja de ordenadores y lo combina con el oficio de escritor.
La vida de ambos parece estable y hasta idílica hasta que aparece la policía, registran la casa y se llevan detenido a Carlen a la estación de Zanja.
Es entonces que aparecen dos nuevos personajes en escena. El primero, un recio y marcial mayor de policía de apellido Percherón. El otro, un caballero inglés calvo y delgado que responde al nombre de Sir Mathew Higgins. Ambos, con estilos diferentes, le interrogan sobre el paradero de un arma que dicen que obra en su poder.
Es entonces que se inicia en La herencia de los patriarcas una loca carrera por poseer un revólver con un raro pasado y un incierto futuro. Esta llevará a nuestro héroe a corretear Cienfuegos y enfrentarse a poderes que no comprende por completo.
Así, una vez más, Álex Padrón sorprende con una nueva entrega de la saga de Carlen. Este es el alias de Carlos Lenin, un ex científico devenido un investigador poco ortodoxo. Su codeo con el bajo mundo nos transporta a una serie de escenarios y personajes. Todos tan ajenos como ocultos en el lado más oscuro del corazón de Cuba.
Con cuatro novelas publicadas del género de literatura negra, dos de ellas por Atmósfera Literaria, Álex Padrón no es ya ni una promesa ni un autor novel. Por mérito propio, se ha ganado su puesto dentro de los autores más interesantes dentro de la escena de la novela negra cubana contemporánea.
Esperemos disfruten tanto esta obra como pueden hacerlo de su antecesora, publicada por nuestra editorial, Matadero.
5 valoraciones en La herencia de los patriarcas
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Booktrailer y Primer capítulo
Prólogo. Un Carlen, un ojo, un revólver…
Lo peor no son las olas, pues de tanto bamboleo violento ya no me queda nada en el estómago que vomitar. Eso, si es que hubiera comido algo en las últimas diez horas. Tampoco es la lluvia que me cala el alma y cae incesante sobre mí y el cadáver de mi compañero, atado con todas las fuerzas que me quedan a su puesto en el desvencijado catamarán. Tuvo una muerte horrible y dolorosa, pero agradezco que sus gritos terminaran y que su agonía solo durara un par de minutos.
Cuando el huracán y el miedo a ser arrastrado me lo permitieron, pude llegar hasta él. Un cable de acero que sostenía el mástil se había partido, atrapando en una caprichosa lazada su torso y aplastándole la caja torácica. Lo poco que pude ver entre el salitre que se me cuela en los ojos y la cellisca de la lluvia es que no me queda más remedio que amarrarle a su silla, lo más ceñido posible, para que me sirva de contrapeso y la embarcación no vuelque.
Un catamarán de paseo con tantos años de flotación despiadada no es la mejor de las opciones para capear un vendaval. Pero había aguantado hasta ahora estoico, aunque rezongando y crujiendo con cada ráfaga. El viento. Es el viento huracanado lo que está a punto de volverme loco, lo que hace que el agua, dulce del cielo y salada del mar, se tomen turnos para enceguecerme. Es él quien ulula en mis oídos cansados por la falta de sueño canciones de caracola enfurecida, quien me confunde y engaña regresándome los ecos de los alaridos de Bombilla enfrentándose a su muerte. Es quien juega sobre la lona del catamarán, inclinando la embarcación hora a un lado, hora al otro, pero siempre con furia indiferente, como para engañarme y arrancarme de mi sitio. Para darme como ofrenda al mar.
Por precaución, me ato yo también. Por fortuna, el diluvio no me deja pasar sed: basta abrir la boca para atragantarme de cuánta agua salobre mi pobre garganta pueda deglutir. No tengo hambre. Estoy cansado, vencido, aterrorizado… todas mis esperanzas me han dicho adiós hace mucho. Sé que mis posibilidades de correr con la misma suerte que mi compañero, o una más horrenda todavía, son muchas. Incluso si por algún aborto del azar lograse sobrevivir al huracán, el viento me habrá empujado quien sabe a qué agreste zona de altamar, para perder la vida por pura hambre. Gracias al cielo, en un mar tan encabritado la sangre que brota abundante del cuerpo de mi desdichado compañero se diluirá hasta drenar toda, y los tiburones no se sumarán a mis desgracias. Al menos eso espero, y es mi último pensamiento antes de desmayarme.
La luz del sol me hace cosquillas en la nariz, así que estornudo y recupero poco a poco la conciencia. No hay viento. Por una gloriosa decena de minutos pienso que me he salvado, e incluso sonrío. Pero es una esperanza tan vana como la de poder regresar a mi Habana, al apartamento de la linda Poly, a mis computadoras y a mis libros. Las oscuras nubes que giran a mi entorno, bien pegadas a la línea del horizonte, y la grisácea pared de agua que las rodean me anuncian que mi paz no durará mucho: tan solo estoy en el ojo del huracán, y además ¡estoy tan solo!
Para mí no habrá lanchas guarda fronteras, helicópteros, tierras salvadoras. No aquí, no ahora. Tan solo la certeza de que en un puñado de minutos el vendaval regresará, esta vez soplando en sentido contrario, para arrastrarme, zarandearme, enceguecerme y desesperarme una vez más. Hasta que por fin la tabla ceda y el tornillo afloje, y el viejo catamarán se despiece sobre las olas y el mar me trague de una vez. O que mi tabla de salvación se estrelle en algún arrecife de la costa sur, y yo con ella.
Mi compañero me mira con ojos vidriosos, de su boca abierta cuelga un manojo de algas y un trozo de su lengua, ya azulada. Su cabeza está en un ángulo raro, a todas luces sostenida por un cuello roto tras los bandazos de la noche anterior. Luce hinchado y listo para ser pasto de los peces, pero aún debe cumplir su función de peso muerto para equilibrar el barco.
Parecía recién ayer que hablaba con Bombilla en los bancos del Prado de Cienfuegos. Yo preocupado por mis cuitas y él con su borrachera a medio lograr. No parecía: fue ayer. El huracán era una amenaza próxima, pero no letal si nos hubiésemos quedado en tierra. Aunque, de hacerlo, la muerte habría sido algo seguro al cien por cien. Yo me sigo cagando, como antaño, en Dios y todos los ángeles, y mis posibilidades no han aumentado mucho al aventurarme en el vendaval.
Con todo, el desmayo no logró aplacar el terrible cansancio de tantas horas aferrado a las cuerdas. Cierro los ojos y dejo que mis ropas se sequen al calor del sol, disfrutándolo fotón a fotón, pues puede ser el último que vea. Descanso, preparándome para la batalla que me espera dentro de poco.
Y recuerdo. Vaya qué semanita voy llevando.
Porque no debo olvidar que esto no es una historia de naufragios, carajo. De cualquier forma, aun me quedan tres balas en la maldita Webley .38/200 Mk IV, que ni el huracán me lo ha logrado quitar de la cintura.
Y solo necesito una. Para mí mismo, llegado el caso.
Información adicional
Peso | 292 g |
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Tamaño | |
Impresión | Papel offset ahuesado 90grs + portada con solapa 300 grs. couché brillo |
Encuadernación | Rústico Fresado |
Yadira –
Una historia muy bien contada, llena de acción e intriga en medio de una atmósfera de novela negra. Es un gusto dedicarle tiempo y ojos a estas páginas.
Irisday –
He leído esta novela y me ha fascinado. La forma en que se desarrolla te mantiene a la expectativa en todo momento.Un gran trabajo de investigación, porque en la forma como se describe y hace mención de lugares y personas lo demuestran. Puedo decir que mientras leí me encontraba en medio de toda lo que iba sucediendo: la narración es tan explícita que así te hace sentir.Felicito y espero que el autor siga cosechando éxitos: aquí estaré como una admiradora de su obra, para disfrutar de sus creaciones.
Katerine –
Novela extraordinaria.. hechos muy bien contados me mantuvo inmersa en la lectura desde principio a fin….buena investigación y hasta llegas a compenetrarte con los personajes de la misma…que sigan muchas novelas más como esta…Felicitaciones para el autor…espero q todas las novelas que escriba tengan un rotundo éxito…
Abel –
Comentarios sobre La herencia de los patriarcas
Carlos Duarte –
La herencia retoma la historia de Carlen donde la dejo en Matadero y la lleva a un nivel aun superior. Tiene la doble condicion de entretenimiento y cuestionamientio de la sociedad cubana actual. Dos en uno ¿que mas se puede pedir de una novela negra? Definitivamente Alex Padron se ratifica cin esta entrega como uno de los mejores exponentes de la novela negra cubana.