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Deberías llamarte Sansirolé

12.00

Han pasado veinte años y se nota el estancamiento del desarrollo en Ríos de Primavera. Los personajes de antaño (La tierra del cebú –  Atmósfera Literaria 2012) serán testigos de nuevos acontecimientos ante la aparición de un cadáver encontrado en el maletero de un TUR.

Fernando Linares Peñate alias Felipe y Sixto Rabelo Menéndez deciden establecer un grupo disidente con el fin de financiarse con el dinero que aportan las asociaciones contrarrevolucionarias del exterior. Para ello, Felipe está dispuesto a realizar un acto de sabotaje en Ríos de Primavera encaminado a divulgar la actividad del grupo del nuevo grupo opositor.

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Descripción

Han pasado veinte años y se nota el estancamiento del desarrollo en Ríos de Primavera. Los personajes de antaño (La tierra del cebú –  Atmósfera Literaria 2012) serán testigos de nuevos acontecimientos ante la aparición de un cadáver encontrado en el maletero de un TUR.

Fernando Linares Peñate alias Felipe y Sixto Rabelo Menéndez deciden establecer un grupo disidente con el fin de financiarse con el dinero que aportan las asociaciones contrarrevolucionarias del exterior. Para ello, Felipe está dispuesto a realizar un acto de sabotaje en Ríos de Primavera encaminado a divulgar la actividad del grupo del nuevo grupo opositor

A su vez, le pide a su amigo Sixto Rabelo, maestro que había decidido crear un ingenuo círculo de interés de Educación Sexual con el que había obtenido reconocimientos en todos los eventos de su municipio y que pretende ser escritor, que redacte una serie de documentos que justifiquen sus actividades opositoras.

Sin embargo, los apuntes de Sixto para su obra, que ha tomado de la vida misma lo delatan, al caer accidentalmente en manos de su herida esposa, la cual se encarga de divulgarlos a personas afectadas por sus sucios manejos, incluyendo la comunicación a miembros de la Seguridad del Estado, quienes se habían entrevistado con él veinticuatro horas antes.

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Primer capítulo

1.

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«Esto se está pareciendo cada vez más al capitalismo. Ni los chistes pueden hacerse iguales. ¿Recuerdas aquel que decía: “En Cuba no hay desempleo, pero nadie trabaja; nadie trabaja, pero se cumplen los planes; se cumplen los planes, pero no hay de nada; no hay nada, pero la gente tiene de todo; tienen de todo, pero protestan; protestan, pero cuando el Comandante se para en la Plaza, todos aplauden”? Ya no funciona, porque hay desempleo, los planes no se cumplen, la gente tiene hambre, ya el Fifo no se para en la Plaza y cada vez son más los que no aplauden ciertas cosas… Por ejemplo, yo Mira, al final, ayer me dijeron que no era idóneo». «¿No te propusieron otra ubicación?» «Sí, pero que se la metan, yo no voy a trabajar para nadie». «¿De qué vas a vivir, de cuenta propia? Ahora es cuando va a hacer falta de verdad tener una entrada de dinero segura». «Ya te dije que no voy a trabajar. Ahora voy a tiznar». «¿Vas a robar?» «No confundas, Sixto Rabelo Menéndez, que yo sigo siendo un hombre honrado. ¿Te acuerdas de aquellos fogones de petróleo, los que tenían dos hornillas? ¿Qué hacían las mujeres cuando una hornilla tiznaba? Pues cocinaban en la otra, en la buena gente, la que siempre estaba lista, la que nunca decía NO, la que resolvía todos los problemas… sin dejarla descansar. Esa que no tiznaba hacía todo el trabajo. La otra, la atravesada, la incómoda, la espina, ni tocarla, porque no sirve». «Casi no quiero entenderte, Felipe: ¿te vas a convertir en un protestón? ¿Qué ganarás con eso?» «Dinero». «¿Dinero?» «Sí, mira, como este. ¡Adis, llega hasta aquí otra vez, mi cielo! Y trae algo para picar».

(Silencio. Golpecitos en la mesa. Dos veces ¡psch! y el chorro espumoso. Tintineo de cubiertos en platillos de loza o cristal.)

«Gracias, tú siempre tan agradable. ¿De dónde crees que sale el billete que hemos estado derritiendo últimamente, si yo no he ido a Venezuela, ni tengo familia en el extranjero? ¡De la ayuda humanitaria, mi hermano!» «Felipe, ¿tú estás metido en algún brete de esos de la disidencia?» «No, todavía no, pero lo voy a estar». «Compadre, como está la cosa…» «¿La cosa? Está mejor ahora que nunca. Lo que hay es que aprovechar la coyuntura. He pensado bastante en eso, Sixto. Mira: yo soy uno de los primeros miles de desempleados, pero dentro de unos meses habrá millón y medio. ¿Te imaginas millón y medio de personas inventando para buscarse los cuatro quilos de la supervivencia en un país tan chiquito y tan requetepobre? ¿Cómo va a estar la calle? Habrá robos, asaltos, secuestros para pedir rescate. Ahora se roban motos, bicicletas y tarecos, pero no demorarán mucho en secuestrar niños». «Estás exagerando, Felipe, aquí eso no puede pasar». «No puede pasar, no, Sixto: está pasando, lo que no se divulga. Ya ha habido casos». «No quiero ni pensar en eso». «Sí, bueno, en fin, ¿sabes de dónde salió el dinerito? De la mata, de donde hay un chorro de este gordo que no para, y donde no hay nadie cuestionando el ahorro, que si hacer más con menos y toda esa muela». «¿De…?» «Exacto: de allá». «Entonces tú sí estás metido en eso, asere». «Te dije que todavía no, y hasta tú me vas a entender, no te apures. Lo único que hice fue ofrecer unas declaraciones ahí acerca de la realidad cubana a un periodista independiente que vino a casa de este socio. Oye, eso fue matando y salando. Primero las tiró por radio. Parece que le gustó lo que dije, porque lo publicó en una revista. ¡Me la pagaron dos veces!» «¿Qué le dijiste, pedazo de maricón?» «¡Ja, ja, ja…! Ay, Sixto Rabelo Menéndez… le dije lo que ellos querían oír. La trova esa de la tendencia al cambio, la transición, la falta de democracia, lo ineficaz del modelo económico comunista…» «¿No dijiste nada bueno?» «Lo bueno que lo digan los periodistas de aquí. Ese tipo quería oír lo que yo dije, no otra cosa. Para oír lo bueno como tú dices, hubieran entrevistado a otro. A ti, por ejemplo. Mira, Sixto, cuando tuve una ligera idea de la cantidad de dinero que rueda y suena en la campaña anticubana… se me hizo la boca agua. Se me hizo agua porque pensé enseguida que una parte podía ser para mí». «¿Vas a seguir colaborando con revisticas y haciéndole el juego a un grupito de verracos que no llegan a ninguna parte? La gente que pertenece a eso está muy mal mirada, Felipe, están bajo control las veinticuatro horas del día, no hacen nada sin que se sepa y los llamen a contar». «¡Tú también, Sixto Rabelo Menéndez! ¿Tú no estás bajo control las veinticuatro horas del día; no te llaman a contar cuando metes la pata? Además, mira, hablando de lo bueno que no le dije al periodista. Aquí la atención sanitaria es gratis para ti y para el grupusculero; la educación, también; y otras ventajas: los precios subsidiados, el retiro, la seguridad social, las leyes… todo es parejo, con la diferencia de que ellos no trabajan, reciben dinero por hacer cosas “incorrectas” —una cantidad que pa´qué—. No hacen guardia en el CDR; no pagan sindicato, no van a reuniones… Son una casta, una clase, una calaña intocable, con los mismos derechos que el ciudadano corriente. Pero se les tiene miedo porque tiznan. Si les hacen algo, se quejan a los Derechos Humanos y hay medios de difusión al tanto de cualquier bobería para acusar al gobierno de represión y atropello. Los apoya gente poderosa con televisión, Internet y la madre de los tomates. Se les tiene miedo porque en cualquier momento pueden decir la verdad». «¿Cuál verdad?» «La de ellos, por supuesto. Mira…»

(Sonido leve de algo que es tirado sobre la mesa.)

«Todo esto vale». «¿Cuánto cuestan esas revistas?» «No digo cuesta, digo vale. Que pagan por cualquier mierda que digas. Te las voy a prestar…» «¿De dónde estás sacando eso?» «Tómate la leche sin averiguar el color de la vaca. Fue la misma persona que me dio la convocatoria para ti. Por cierto, ¿qué has hecho con eso?» «Ya tengo el libro, pero la traba es imprimirlo». «¿Cuánto cuesta?» «Imagínate, a peso la hoja, tres copias, y el libro tiene…» «¿Te alcanza con esto?» «…son ciento veinte cuartillas por tres…» «Que si te alcanza con esto». «¿Veinte dólares americanos?» «En CADECA están a diecinueve y maromas, pero los pajaritos de La Barranca lo compran a veintiuno. Esto da entre trescientos ochenta y cuatrocientos… Dime, ¿alcanza?» «Coño, Felipe…» «Todo sea por la Literatura, mi hermano, mándale la vara. No es un préstamo, es una colaboración. Guarda las revistas, después las lees, ahora quiero que me ayudes a pensar». «¿A pensar? ¿Qué se te habrá ocurrido, Felipe?» «Este encuentro de hoy será histórico, ya es histórico: voy a fundar un grupúsculo».
Stop

—Mientras hay gente pensando en el trabajo, hay otros pensando en joder. ¿Quién es este tipo?
—Fernando Linares Peñate.
—Este, este: Felipe.
—Sí, Fe-Li-Pe. Cuando estaba becado, la madre le bordó las primeras letras del nombre completo en el bolsillo de las camisas, para marcarlas. Usted sabe cómo es eso en la secundaria. De ahí salió el Felipe.
—Así que Fernando. ¿Qué tenemos de Fernando Linares Peñate?
— Hasta ahora casi que no lo habíamos tenido en cuenta.
—En este trabajo no hay pequeñeces, muchacho. Cuentan mucho las intenciones de la gente, sobre todo las de alguien que pueda ser manejable por alguna debilidad. A ver.
—Mire, lea esto.
—Dice aquí que estudió hasta el noveno grado en la ESBEC José de San Martín; luego hizo un técnico medio en café y ejerció en la Empresa Agroforestal de Jibacoa durante diez años. Causó baja por problemas familiares, para atender al padre encamado, hace dos años. Últimamente era miembro del Cuerpo de Vigilancia y Protección del Sectorial de Cultura, donde quedó disponible. ¿No tiene antecedentes?
—Está limpio.
—Vaya con el hombre. Sigue entonces.

2.

A aquella niña, Sixto Rabelo Menéndez la vio formarse, la vio hacerse mujer. Vio desarrollar sus redondeces desde que era su alumna en cuarto grado y transitó hasta sexto notando cómo llenaba de carne maciza el uniforme, cómo reventaba el short de Educación Física y abultaba el peto de la blusita blanca. Ya con doce años tenía estampa de mujer, le fascinaba sobresalir en clases y, sobre todo, en el grupo.
Por ella decidió crear aquel ingenuo círculo de interés de Educación Sexual con el que obtuvieron reconocimientos en todos los eventos del municipio. Eran ocho, pero sólo a ella le propuso, ya a punto de terminar el curso y con él la primaria, si deseaba profundizar acerca del tema.
Ella contestó que sí y él tuvo miedo.
A mitad del período vacacional, la niña lo visitó.
—¿Cómo es eso del Círculo de Interés? —dijo. Había menstruado por primera vez.
—Se llama menarquía —y la felicitó por haberse convertido en mujer—. Ya eres una señorita. Dentro de poco podrás entender muchas cosas que te harán falta en el futuro.
Se había depilado las cejas también por primera vez y a los labios les había puesto un color rosado fuerte al que añadió un brillito sensual y, como del cabello desprendía aquel delicado aroma a hembra recién bañada, Sixto Rabelo Menéndez supo que se estaba colocando en un peldaño superior al de la niñez. Que estaba ascendiendo con respecto a las demás niñas para, cándidamente, acercarse a él.
—¿De verdad quieres continuar?
Seguro. No se había equivocado. Aquella niña autosuficiente que presumía de madurez y de superioridad por sus atributos naturales, ya tenía cuerpo de mujer para disfrutárselo en volumen y mente infantil para manejarla a conveniencia. Pero no podía apresurarse ni violentar ninguno de los pasos.
La invitó a un refresco y puso un poco de música.
—¿Tienes novio?
—No, nunca he tenido —y pareció un poco avergonzada, como si aquello constituyera un delito.
—¿Qué sabes de sexo, además de lo que trabajamos en el Círculo de Interés?
Había visto escenas en filmes de la televisión y sentía curiosidad, sobre todo porque la madre no se lo permitía delante del padrastro. Casi nada, o nada, en fin.
—Bueno —le dijo—, esto es un curso taller como preparación para la vida en pareja y no tiene nada que ver con la información superficial que recibiste.
Le habló de la duración y ella se alarmó.
—¿Un año? ¿Por qué tanto tiempo?
Le mostró el programa que recién había elaborado.
—¿No te interesa?
—Es que no lo entiendo, maestro. Explíquemelo, a ver.
Comenzó diciéndole que era un decálogo sexual para adolescentes, con diez (de ahí lo de decálogo) unidades a desarrollar, más un anexo complementario:

Unidad # 1 Flirteo.

—Consiste en saber cómo dosificar miradas, sonrisas, juegos… para atraer la atención de alguien que ha despertado tu interés. La manera civilizada y culta de hacerse notar.

Unidad # 2. Contacto físico: manos, labios, lengua.

—Este momento precede al primer encuentro en confianza, después de que la pareja haya decidido formarse y empiezan por tener un momento de intimidad.
—¿Por qué la lengua? ¡Huy, qué asco!
Le explicó la existencia de puntos erógenos, lo cual constituía asunto de estudio más adelante.
—A este contacto físico se le suele llamar fase de excitación —añadió—. Por la lengua no te preocupes, ya verás que tiene una gran utilidad en el sexo.

Unidad # 3. Apreciación fisiológica (I)
Unidad # 4. Apreciación fisiológica (II)

Las explicó someramente porque, para profundizar, necesitaba algunos esquemas y, sobre todo, la visualización de los genitales, ya que la fisiología como mejor se aprende es a través de indicios visuales.

Unidad # 5. Contacto físico: masturbación y orgasmo (f)
Unidad # 6. Contacto físico: masturbación y orgasmo (m)

Preguntó qué era orgasmo.
—Para aprender es el curso —respondió él—. Puedo adelantarte que es la sublimación del placer en la relación de pareja, que puede lograrse por varias vías y una de ellas es la masturbación.
Tampoco entendía el significado de esa palabra. ¿Había oído decir que las muchachitas y los varones se hacían «pajas»? ¿Sí? Masturbarse era eso, pero ya habría tiempo para explicárselo y demostrarlo.

Unidad # 7. Contacto orogenital.

—También llamado sexo oral.
—¿Con la boca? ¿Dejarse meter la boca ahí?
Simuló una arcada y emitió una sonrisita de vergüenza.
—No me defraudes, que tú ya estás siendo una mujer.
Unidad # 8. Puntos erógenos. Resultados de su estimulación.

Comentó las ventajas femeninas por la diversidad de puntos dedicados al placer y ejemplificó con la historia de Tiresias en su doble condición de hombre y mujer. Puntos erógenos eran los lugares del cuerpo que, convenientemente estimulados con las manos, con los labios o con objetos, contribuían a la excitación y, por ende, al goce.

Unidad # 9. Relación sexual sin inmicios pénicos.

Natural que no supiera el significado de ninguna de las dos palabras, y le explicó grosso modo en qué consistía ese tipo de acto y que ella ahora estaba en condiciones de efectuarlo así.
—De hecho, en este curso se llega a tenerla. Es muy placentera y los orgasmos que se obtienen son intensos.

Unidad # 10. Coito: posiciones, movimiento. Fases. Su importancia.

Tuvo que explicarle qué significaba coito y en qué consistía y que cada una de sus fases requería un tratamiento especial, por manifestarse de diferentes maneras de un individuo a otro. Como veía, resultaba complejo. Por eso había añadido aquel anexo.

Anexo al Decálogo:

1. Tabúes de la virginidad. Cómo preparar su pérdida. Ventajas
2. Función del fluido seminal.
3. Uso del condón. Cómo ponerlo.

Cuando terminó de leer esta última parte, Sixto Rabelo Menéndez miró las manitas de piel fina y uñas olorosas a pintura recién untada y no pudo resistirse a tomarle una con el pretexto de admirar el trabajo de su manicuro, pero lo que vio fue aquellos dedos agarrándole el miembro para desenrollar sobre él un preservativo tras otro, una y otra vez, hasta que él decidiera que estaba bien. Ella no preguntó nada acerca del anexo, pero se le notaba en el rostro la confusión.
—Tienes una semana para decidirte —dijo en el tono preciso de quien no tiene mucho interés, sino sólo deseos de ayudar.
Se marchó menos niña.

Información adicional

Peso 210 g
Tamaño

Portada

Portada con solapa 300 gr couché brillo

ISBN

978-84-15918-02-8

Impresión

Papel offset ahuesado 90 gr

Encuadernación

Rústico Fresado

Deberías llamarte Sansirolé
12.00