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Sobre la viabilidad de tochos y mamotretos

(o por qué tu novela no debe superar las 350 cuartillas)

Por razones del destino, de las coincidencias o del algoritmo de Twitter, luego de la serie de artículos de las 10 cosas que odian los editores saltó un hilo que bien podría ser reflejo de la continuidad de los quebraderos de cabeza de un editor.

En él, un autor cuyo nombre no mencionaremos por razones obvias, anunciaba gozoso que su nueva novela “había superado el tope de las 900 cuartillas”. Además, se jactaba de que “la vais a leer, os va a gustar y os parecerán pocas páginas”.

No es la primera vez que vemos autores inspirados y de largo aliento, que emulan a Ken Follet o G.R.R. Martin en extensiones épicas. No ponemos en duda la calidad de ninguno de ellos, por supuesto. Pero por razones puramente técnicas, es posible que esta obra no esté disponible para sus lectores en el futuro cercano.

Al menos, no en un formato tan extenso de mamotreto, válido para apuntalar muros o sustituir la pata de la cama.

El tema no se cae del guindo

Partamos de la base de que todo es publicable. Pero más de 900 páginas (digamos, 350-400) exige tener entre las manos la gran esperanza blanca de la novela hispana; y aun así sería complicado lograr publicarla en formato de libro físico.

Ten en cuenta que, en muchos casos, y sobre todo las editoriales independientes, ni siquiera van a juzgar la calidad literaria. Cuando vean el número de cuartillas, directo a la papelera de reciclaje. De hecho, un editor cauteloso dará instrucciones expresas de que no se le envíe nada que esté por encima de las 300 cuartillas.

El procedimiento en estos casos no es el habitual. El autor tiene primero que suavizar el impacto con una buena carta de presentación, donde se explique claramente el porqué de la extensión de la obra, acompañada por una sinopsis extendida. Si esta realmente interesa al editor, te pedirá que envíes el manuscrito completo. Y más vale que captes la atención del evaluador con una obra que haga pasar las páginas o lo pierdes enseguida: leer a conciencia un manuscrito de esa extensión es una tarea titánica.

Tras esa primera prueba de éxito, habrá que ver si se puede separar la obra en dos partes, o en una trilogía. El editor debe ver sus posibilidades como algo más que un volumen gigantesco, caro de fabricar y prácticamente imposible de vender.

¿Por qué la reticencia? Porque nadie, y repito, nadie va a incurrir en el gasto de un libro de un autor novel que asusta a lector con solo mirarlo. Sencillamente, no es rentable si no demuestras que tienes miles de lectores ansiosos por tener sus mamotretos en las manos.

Para la mayoría de las editoriales, algo de menos de 300 páginas, bien. Ya si excede las 400, habría que pensarlo muy, pero muy detenidamente.

Mientras más grandes los mamotretos, más caros

Para evaluar y revisar ya nadie imprime, así que no te molestes en enviar a una editorial o un agente literario una copia impresa. Se trabaja sobre una copia digital del texto original, porque no hay impresora que lo aguante, ni bolsillo que lo pague.

Pero los tochos y mamotretos en formato físico son caros de producir, porque implica gastar lo mismo que en tres novelas estándar de 300 páginas. Los aspectos más costosos van a ser la corrección editorial, el consumo de papel y, sobre todo, la encuadernación.

¿Cuántas veces no te has disgustado cuando, al abrir un libro grueso, el lomo se quiebra y se despegan páginas? Para que esto no suceda, las ediciones que tienen un número significativo de páginas han de ir cosidas y pegadas, con tapa rígida o semi rígida. La impresión también requerirá de mucha tinta. La maquetación no supondrá gran costo, aunque haya que cuadrar bien los márgenes y buscar un tipo de letra que no canse que, a su vez, requiera de más páginas para darle cabida.

En cuanto al diseño de portada, será más o menos igual. Pero el arte final debe ser expandible a gran formato o vectorial para que dé la medida, y como requerirá de un lomo importante, una foto panorámica (que cubra portada y contraportada) va a ser problemática.

Todos estos factores harán que el precio de costo sea elevado, a lo que se suma que habrá que hacer un marketing sobrenatural para que los lectores se atrevan con un mamotreto de 900 páginas y encima paguen entre €50 y €70 por él. Si lo encargan en línea, tendrán que asumir también los gastos de envío por correo regular. Y un paquete equivalente en peso a tres libros  de esa magnitud no es nada barato.

Como comprenderás entonces, el editor se enfrenta a cuestiones muy concretas que nada tienen que ver con la calidad literaria de la obra. Si Pérez Reverte anuncia que va a publicar unas memorias de más de mil páginas, o Ken Follet dice que su novela de dos mil non plus ultra va a ser la llave de los truenos, de seguro las grandes editoriales correrían gustosas el riesgo de editarlas.

No obstante, a veces París bien vale unos mamotretos

Peo ten en cuenta que el mismísimo Ken Follet en sus inicios no era un escritor de largo aliento. Sus primeras novelas publicadas eran más bien cortas, como El misterio de los estudios Kellerman, de 176 cuartillas (1976).

Luego de publicar una decena de libros, Penguin books se arriesgó con el que sería su primer bestseller, La isla de las tormentas (1978), de 1096 páginas. Así que tras su habilidad para publicar tochos y mamotretos hay una sólida base de lectores y confianza editorial.

Otro caso de estudio es la saga de Harry Potter, de J. K. Rowling. A pesar de su aparente extensión, no fue un tocho que le quitaron de las manos a la primera. Si vemos la progresión de sus novelas, la primera tenía 309 páginas, 341 la segunda, 435 la tercera, 734 la cuarta, 870 la quinta, 652 la sexta y 759 la séptima.

Las dos primeras novelas fueron normalitas en cuanto a su extensión, amén que para colocar el inicio de la saga la escritora transitó por el rechazo de muchas editoriales hasta que, en 1996, Bloomsbury Publishing se atrevió a lanzar Harry Potter y la piedra filosofal. Así que también la Rowling sólo se vino arriba cuando vio que sus libros se vendían como panes: pudo ir entrando en catarsis conforme acrecentaba el éxito.

En resumen, una editorial apuesta por el éxito de la obra que analiza y no rechazará nada por su extensión sin mirarlo antes. Hay mamotretos que funcionaron: Lo que el viento se llevó (1037 páginas), Dr Zhivago (736 páginas), Paradiso (617 páginas), Hawaii (1490 páginas), La consagración de la primavera (576 páginas) …

Pero no te asombre ni te ofenda que tu editor, en principio, sugiera dividir la obra en dos o más partes. No hay nada de malo en ello y es una cuestión puramente práctica. En última instancia, ten en mente que incluso la obra cumbre de la lengua española, nuestro bien amado Don Quijote de la Mancha (1560 páginas), se publicó originalmente separado en dos libros.

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