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10 cosas que odian los editores

¡Felicidades! Si ya le escribiste a una editorial y te ha respondido de forma positiva, has comenzado la trascendental etapa de convertir tu manuscrito (porque eso es lo que tienes) en un libro, digno de ser leído por tus lectores.

No obstante, esto también te lleva a establecer una relación con ese misterioso e incomprendido personaje que llamamos editor. Este puede y debe ser tu mejor amigo y el más ferviente defensor de tu obra, pero ni por asomo pienses que es tu siervo y que debe desvivirse por ti.

Un buen editor es un profesional serio y tiene un dominio del mundo editorial que no tendrás ni en sueños, porque ese es su trabajo como el tuyo es escribir bien. Si deseas que esté de tu parte en esta batalla —y en las que vendrán—, lo mejor es no incordiarle demasiado.

Mario Muchnik, maestro de editores, tuvo que lidiar con muchísimas personalidades del mundo de las letras, cada cual con sus peculiaridades. Así, reunió una serie de conductas que, como autor, debes evitar en la relación con quien está editando tu libro, so pena de ganarte el renombre de escritor difícil.

Como dice el dicho, si ves las bardas[1] de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo. Entonces, el editor odia que:

1. No admitas el más mínimo cambio en el manuscrito

Amén de que al mejor escritor se le van borrones e incluso en libros cuidadosamente editados haya que poner alguna que otra fe de erratas, tu prosa puede que por momentos no logre transmitir la idea a tus lectores objetivos.

Esto es particularmente cierto cuando intentamos publicar en un país que no es el nuestro. Sin llegar a la jerga, muchas naciones tienen su forma muy particular de tratar las palabras. “Voy a coger la cola de la guagua” tiene un significado muy diferente en Cuba al que se le da en Sudamérica.

En aras de la comprensión, debes dar un margen a cambios, siempre que la historia general no se vea afectada.

2. Trates de imponer tu idea sobre la portada

Como autor, estás en tu derecho de dar tus ideas sobre la portada y que se te consulte el arte final. Pero el editor es quien sabe qué vende y qué no, así que tiene la última palabra sobre el tema.

Recuerda que el libro es un producto que contiene el manuscrito y su portada es el primer elemento que entra en contacto con el lector. Como este factor inclina la decisión de compra a tu favor, deja que los profesionales se encarguen.

3. Que pienses que el editor se enriquece a tu costa

Hay mucho riesgo en el trabajo del editor. A menos que seas un autor de renombre —e incluso en ese caso—, cada libro representa una apuesta a que a) el libro compensará los costes de edición y b) se venderán los suficientes ejemplares para obtener dividendos.

Algunos autores caen en la falacia de pensar que, mientras ellos reciben entre el 10 al 20% del precio de venta, la editorial se embolsa el 90-80%. Nada más lejos de la verdad: a cada ejemplar se le deben descontar los costes de edición, impresión, distribución y marketing.

Un buen estimado es que un libro empieza a generar ganancias a partir del último tercio de su tirada. Si, además, la editorial ha pagado anticipos sobre los derechos de autor… te darás cuenta de que es difícil hacerse rico a tu costa en estas condiciones.

4. Que consideres que el editor es tu secretario

Hay autores que no se molestan en revisar y corregir sus manuscritos, alegando que eso es el trabajo del editor. Amén de correr el riesgo de que tu obra sea rechazada de plano, un manuscrito lleno de errores tiene muchas posibilidades de generar un libro lleno de gazapos.

Además del dolor de cabeza de lidiar con un borrador difícil, los editores somos humanos también y se nos escapan los errores. Si el manuscrito se revisa bien previamente, serán muchos menos, porque dos pares de ojos ven más que uno solo.

5. Que se rompa el pacto de mutua fidelidad

Es muy triste —además de injusto— que un autor haga trabajar al editor por nada.

A veces sucede que el escritor le envía un manuscrito a un editor con el que tiene confianza, pidiéndole que le señale los posibles errores; para luego aceptar otro contrato que cree más conveniente. Ten en cuenta que un editor no es un lector cero, ni te lee por el placer de leerte. Detrás de su opinión hay muchos factores y su tiempo vale: cuando revisa un manuscrito, lo hace para ver si lo va a publicar o no.

Si tu intención es pulir tu obra para enviarla a otra editorial, se honesto y contrata un informe de lectura editorial o una corrección orto tipográfica y de estilo, si la editorial ofrece esos servicios. No hay ningún problema con probar suerte en otros predios —a menos que haya un contrato vinculante sobre tu obra literaria—, pero no hagas perder el tiempo ni abuses de la confianza de un editor con el que tienes una buena relación.

(Continuará)

[1] Las bardas las cubiertas de ramaje o paja, aseguradas con piedras o tierra, que se ponen sobre las tapias de huertas y corrales para protegerlos de la lluvia. El habla popular las sustituyó por “barbas”, aunque coincidirán conmigo que ese giro idiomático no tiene mucho sentido. No obstante, hay otro refrán que reza: “Cuando veas las barbas de tu vecino pelar, por las tuyas a remojar”.

En cualquier caso, el significado es el mismo: protégete del mal que viene al que está cerca de ti.

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