La Pelirroja de Roberto Estrada, según Jack Brown
Hacía tiempo que quería leer esta obra del veterano novelista Roberto Estrada Burgeois . Es un autor cubano que ha explorado diferentes subgéneros literarios a lo largo de las últimas tres décadas.
A su pluma debemos novelas como Trenco (1986) y La puerta del mar cuántico (2008), y novelas históricas como Modigliani (1999) La Condesa de la Habana (2009) y la reciente Metamundo/Willy Capote (2017). Con La pelirroja, publicada por Atmósfera Literaria, se ha dado una peculiar zambullida en la novela negra.
Digo peculiar porque Estrada ha querido explorar el tema del asesino en serie como una importación europea. Así, sumerge al psicópata de turno en la Cuba posterior al periodo Especial en Tiempos de Guerra. Este fue una suerte de estado de sitio civil singular, que se inició en los años 90 tras la caída del bloque comunista. Y que, de algún modo, presuntos aperturismos incluidos, subsiste hasta la actualidad.
La pelirroja narra la historia de dos personajes. Juan Luis Higuera, un empresario de origen Vasco, locuaz en la descripción de sus compulsiones y pintoresco asesino en serie que mata para saciar su apetito sexual. Y Pedro Anduz, el atribulado ex soldado de la guerra de Angola, que regresa a la decadencia nacional con una mutilación que lo convierte en un marginal de casi todo su entorno.
Luego, el puente argumental y detonador dramático entre ambos protagonistas. Nilda es una joven y atractiva pelirroja que ejerce la prostitución y que resulta ser la antítesis de la femme fatale –fatale solo para sí misma. Ella dispara y mancha de rojo escarlata el pavimentado camino de buenas (y vengativas) intenciones del desesperado Pedro Andux.
La Pelirroja de Roberto Estrada: apelación a la crueldad
Llama la atención la crueldad de esta novela.
Hay crueldad en el vacío existencial de su protagonista, abandonado en su limbo personal después de una contienda que lo ha roto de manera singular.
Hay también extrema crueldad en el asesino en serie que se ceba con las prostitutas de esa ciudad (La Habana). Que de pronto ha dado un salto al pasado para convertirse en un paraíso tropical para el turismo sexual donde casi todo vale y la causa que refresca parece nublar las mentes progresistas.
Pero, sobre todo, hay crueldad en el desánimo que exhiben los personajes a lo largo de toda la obra. No es una cuestión de sangre y asesinatos extravagantes. Es la desidia que exuda de la gente de una isla atrapada en la perenne filosofía gubernamental de Plaza sitiada. Es el braceo de supervivencia diaria de la gran mayoría de la población.
Estrada recorre las calles de la Habana, poniendo en juego sus desalentadas piezas humanas. Buscando ángulos sociales a destacar con sus diálogos. Hermanando hábilmente su ficción crítica con la obra de otros autores tan interesantes como Leonardo Padura (autor de la serie Las cuatro estaciones), Amir Valle (serie de Alain Bec) y las novelas neopoliciales de Lorenzo Lunar.
Una novela que se lee muy rápido y que atrapa
La pelirroja de Roberto Estrada es una novela ágil, incisiva, que no merodea, cuya dinámica multifocal de personajes funciona muy bien a la hora de cubrir los diferentes niveles de la propuesta argumental. Hay un mínimo de retrospectivas y la narrativa fluye en el avance, solventada por la picaresca criolla y un lenguaje salpimentado de hermosura vernácula. Es una historia que se lee muy rápido y que atrapa nuestro interés desde el principio
Quizás, como contrapunto a lo que nos tiene acostumbrado la retórica del héroe del pueblo encarnado en casi cada protagonista de la literatura neopolicial cubana, es la primera vez que un autor de esos lares nos muestra un psico-killer mucho más empático que el propio investigador.
Es, probablemente, parte de ese tufo de cadáver urbano que desprende cada rincón de esa novela, como un mensaje que nos recuerde el error de la soberbia ideológica y los destinos truncados que han conducido a toda una sociedad a un oscuro cul-de-sac histórico, despojándola de esperanza.