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Ojito con el presentismo literario

Por desgracia, la moderna cultura de la cancelación ha permeado el pensamiento de muchos escritores actuales, que pecamos de presentismo.

Ya no es necesaria la figura del censor de corrector negro y tijeras afiladas. Nosotros mismos nos encargamos —temblando ante la posible reacción de nuestra audiencia— de excluir en nuestra obra rastros de misoginia, machismo, racismo, homofobia, violencia, discriminación y cualquier otra cosa que pueda arañar la superficie de la campana de cristal que encierra al crítico.

Por supuesto, cada autor tiene derecho a escribir cómo quiera sobre lo que quiera y nadie está en la potestad de criticarlo, pero en ocasiones dejar a un lado la cara fea de las cosas no es una cuestión de decisión, sino de precisión.

presentismo literario

¿Qué es el presentismo literario?

En filosofía, el llamado presentismo es la creencia de que únicamente existen los eventos en el presente, mientras los del futuro y pasado son irreales. O sea, que lo que existe, existe en el presente. En literatura, presentismo es esa manía tan de moda de valorar una época pasada con nuestra mentalidad actual. Y, en los escritores, de llevarla al papel.

No hay lugar a dudas de que la Humanidad ha pasado por períodos traumáticos, que requirieron adoptar una forma de pensar y actuar que ahora nos resulta reprobable. Pero, aunque nos duela, fue efectiva: aún estamos acá haciendo el cuento y contando historias.

A nadie le caben dudas de que el canibalismo, la esclavitud, la inquisición, las guerras y muchas otras prácticas fueron actividades que nos acercaban más a las bestias que a los seres racionales. Pero en su momento fueron necesarias para sobrevivir, e incluso consideradas la forma correcta de hacer las cosas.

Un soldado nazi no era un animal sediento de sangre: muchos estaban firmemente convencidos de los valores de la doctrina de la raza aria como seres superiores, e imbuidos de un profundo patriotismo. Un apache estaba convencido de que tomar el cuero cabelludo de sus enemigos le traería honor y valía a su tribu. Muchos guerreros mongoles violaban sin que eso les quitase el sueño, pues con ello estaban esparciendo su simiente por la tierra que iban a gobernar luego.

Por mucho que en lo personal el escritor no esté de acuerdo con estas prácticas, no debe involucrar sus valoraciones personales en la historia que está contando. Por el contrario, tiene que adaptarse a la forma de pensar de sus personajes y su contexto histórico, como si fuera lo más natural del mundo.

Los problemas del presentismo literario

El presentismo literario tergiversa el contexto histórico y constituye un anacronismo, por lo que debe evitarse a toda costa. Escribiendo bajos sus dictados, resulta imposible que comprendamos una etapa o cultura. Mientras más atrás en la historia de la Humanidad vamos, peor es el error si tratamos de extrapolar nuestra forma actual de pensar al pasado.

Antes de sentarte a escribir sobre una época o cultura, es necesario analizar y entender el sistema de valores que rige a aquellos que están imbuidas en él. Y ¡ojo!, el presentismo no es solo histórico. Hay grandes diferencias de moralidades entre la civilización llamada occidental y la asiática, e incluso en un mismo país pueden coexistir etnias con creencias y formas de pensar muy diferentes entre sí.

Más aún, incluso en una misma ciudad hay disímiles tribus o grupos urbanos con diferencias no solo exteriores, sino con criterios de lo que es correcto y lo que no muy diferentes.

¿Para qué me invitas, si sabes cómo me pongo?

Los lectores incurren en ocasiones a equiparar al autor con lo que expresa en sus obras —y viceversa—, sin darse cuenta de que en muchas ocasiones se narran hechos deleznables para apoyar la historia que se quiere transmitir.

En la novela negra, el presentismo literario adquiere un cariz similar, pues por lo general trata sobre historias que tienen lugar en los estratos más bajos de la sociedad. Cada país, cada cultura, posee este lado poco amable, ese que no sale en las publicaciones políticamente correctas de Facebook y no está lleno de arcoíris y ponis. 

En nuestras sociedades persisten las más bajas pasiones, el crimen, el asesinato, la violencia, la misoginia, el abuso, la violación, las vejaciones y muchos otros males que nos aquejan. Es una realidad triste, pero es una realidad al fin que los escritores de este género utilizamos como escenario de nuestras historias.

Muchas veces ni siquiera los personajes de una novela negra pueden clasificarse como buenos o malos, pues sus héroes están permeados por las circunstancias y el ambiente que les rodea. Citando a Nietzsche en su libro Más allá del bien y del mal (1886), «Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti».

Guerra avisada, no entiende de presentismos

Por supuesto, para poder llegar a los lectores, el autor debe echar un poco de presentismo a la olla. Por fiel que se intente reflejar la forma de pensar y actuar de una época, siempre esta estará distorsionada por el hecho de que somos escritores de nuestro tiempo. Y escribimos para lectores que conviven con nosotros.

Por mucho que disfrute de «El habla de un bravo del siglo XVI» (discurso de entrada a la RAE de Arturo Pérez-Reverte), entiendo que tengo que hacer concesiones en el lenguaje si quiero que el lector actual entienda algo de lo que hablan mis personajes en una novela de aventuras ambientada en ese siglo.  Autor y lector vivimos en el siglo XXI, así que tenemos que encontrar un área de entendimiento para conectar con la historia.

Pero, de la misma forma, el lector no puede ser tan ingenuo que, al enfrentarse a una novela dentro de un género que critica lo negativo de una sociedad, espere que todo sea color de rosas. Hay muchos otros géneros que son «seguros» y políticamente correctos, pero la novela negra no es uno de ellos. La histórica, tampoco.

Por eso hay que aplicar la máxima de que, si el escritor es libre de ejercer su oficio de la manera que encuentre conveniente, el lector también tiene muchísimas opciones en el mercado para satisfacer sus necesidades de lectura.

En otras palabras: si no te sientes a gusto leyendo géneros que desafíen tus criterios y valores, simplemente no los leas. Pero no pidas que escribamos a tu gusto refinado y con los estándares de la opinión pública de moda, porque eso no es hacer literatura.

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