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Egocentrismo y escritores

A los escritores se nos ha tachado de solitarios, ermitaños, hoscos, poco accesibles y, de forma bastante unánime, egocéntricos. Por desgracia, y aunque no todos poseemos los defectos enumerados, es cierto que el ego es un fantasma que nos pisa la sombra.

Hay un porqué muy contundente para que lo cultivemos. Hoy por hoy el mercado del libro está saturado, menos gente lee y los escritores tenemos que batallar con uñas y dientes por la atención de los lectores. Esto se traduce en pasar por un sinnúmero de aprietos en los que la fama y (¡ojalá!) la fortuna lleguen y lidiar a diario con la tentación de colgar los guantes literarios y dedicarnos a algo más rentable.

Vender autos, por ejemplo.

Bendito seas, ego. Pero no llegues al egocentrismo

Por lo menos en mi caso, el ego es quien me impide irme a pastar a campos más verdes. Hace catorce años que escribo de forma profesional, y si no puedo decir que vivo exclusivamente de la literatura, sí puedo afirmar categóricamente —aunque con muchas penas y pocas glorias— que no me he muerto de hambre todavía.

Lo cual no quiere decir que mi ego de escritor sea mucho más viejo. Tiene al menos 35 años, justo cuando me dije que yo también podía escribir y contar las historias que me gustaría escuchar. Como es más joven y enérgico, en ocasiones dejo que tome las riendas para ayudarme a salir del inmovilismo y las etapas de depresión cíclicas, que son otro de los rasgos del que escribe.

También me sustenta lo que he logrado: mis libros publicados, mi propia página de autor y un grupo de lectores fieles que me anima y me apoya. Todo esto es alimento para mi ego, que si bien en privado nos reñimos o nos besamos, siempre trato de dejarlo en casa cuando voy a relacionarme con esa cosa rara que se llama mundo exterior.

Como lo conozco, sé que si bien es un compañero fiel… a veces, llega a egocentrismo y se le va la olla. Por ejemplo, cuando se empeña en que…

Te tienen que publicar

Todo escritor desea que se le publique, lo cual no tiene nada de malo y es la finalidad de nuestro trabajo. Pero nuestro egocentrismo considera que tenemos el DERECHO a ser publicados. Vamos, que somos tan buenos que los editores tienen el DEBER de publicarnos o el público se estaría perdiendo las cosas geniales que tenemos para contarles.

En realidad, lo que todos tenemos es el derecho a INTENTAR publicar un libro. Si bien esto era más difícil antes del siglo XXI, en la actualidad puedes hacer las coordinaciones vía internet para publicar tu libro en finlandés o en Nueva Zelanda, siempre que tengas la contraparte adecuada. Una que le vea futuros beneficios a tu obra.

Porque, amigo mío, que no te ciegue el romanticismo: un libro es un producto y vender un producto implica obtener una ganancia. Para ti, pero también para la editorial… que no es una ONG ni hace caridades. Editar y publicar un libro es una inversión a la que se le espera obtener beneficios. Por mucho que tu ego idolatre tu obra, si el editor no le ve salida comercial, o si no pertenece al tipo de títulos para los que ya tiene establecido un mercado, pues no te lo va a publicar.

Así y ya. Ellos son los que arriesgan su dinero, por lo que deciden en lo que lo emplean.

Es entonces, sólo entonces, que tu egocentrismo se enfada, patalea y grita que «tienes el derecho a publicar». Agarras tu manuscrito y te vas a Amazon para hacer un Don Palomo (yo me lo guiso, yo me lo como) y autopublicarlo; no sin antes gimotear en las redes sociales sobre lo injustas y avaras que son las editoriales, que no reconocen tu gigantesco talento y sólo publican a autores conocidos, que ni siquiera son tan buenos.

Permíteme que disienta: los autores «conocidos» empezaron desde cero, como tú. O empezaron ganando un concurso que les dio visibilidad, o llegaron en el momento justo con el manuscrito adecuado al ojo propicio, o se lo curraron en serio, dando promoción a su obra y creando una base de lectores atractiva para la editorial.

La negativa de una editorial no es en modo alguno un ataque a tu «derecho» de publicar. Simplemente, tu obra o no le interesó a ese editor en específico… o puede incluso (y que tu ego no me escuche) que no sea tan buena como tus familiares y amigos te dicen.

Te tienen que leer

Vale, has publicado, pero las ventas de tu obra no satisfacen tus expectativas. Ya no el trago con sombrilla en el Caribe: ni siquiera te llega a pagar la factura del internet. He ahí que tu egocentrismo vuelve a engrifarse y afirma que «ya nadie aprecia la literatura de calidad».

Lo que quieres decir con «literatura de calidad» es «TU literatura de calidad», por supuesto. Si bien el mercado está saturado de miles y miles de libros que no valen no ya el papel, sino ni siquiera la tinta con qué se imprimieron, el tuyo es TAN PERO TAN BUENO, que la única explicación para su fracaso es que el lector es tonto.

¿Cómo es posible que tanto autor de medio ochavo siempre esté entre los más vendidos y se hagan filas de fans rasgándose las vestiduras por una firma de libro? Amigo con egocentrismo, estás haciendo la pregunta incorrecta. Lo que necesitas saber es de qué forma ese autor logró lo que tú no logras todavía: conectar con el lector. Sí, ese lector que dices que no tiene tu nivel, pero es el que compra el libro y va a las presentaciones.

No todo el mundo —y me incluyo— tiene el estómago para digerir un James Joyce o un Lezama Lima e incluso que le guste.  Pero no se escribe para la élite: se escribe para el gran catedrático, pero también para el trabajador de la fábrica que quiere emocionarse y entretenerse en sus ratos libres. Si no logras llegar a un público más amplio, ellos no te están fallando. Estás fallando tú como escritor.

O quizás deberías replantear con tu editorial tu estrategia de promoción.

Te tienen que escuchar

Y, hablando de promoción, aquí es otro campo donde al ego le gusta jugar al pádel.

¿No has tropezado con autores que sólo saben hablar de su obra? ¿No serás uno de ellos?

Si este tipo de egocentrismo propagandístico es pesado y cansino en persona, el uso de las redes sociales no lo hace menos soportable. Soy de los que opina firmemente que el autor no puede desentenderse de su obra y tiene que luchar junto a las editoriales para darla a conocer, pero todo lleva su justa medida. Si bombardeas de forma indiscriminada y constante a tu base de lectores, estos se terminarán por aburrir y se irán. El ego necesita que se le enseñe un poco de marketing para dosificar la promoción de tu obra.

Otro error de moda es mantener a tus lectores pendientes de todo el proceso creativo. Si bien es cierto que llevado de forma adecuada puedes interesar a un grupo importante de lectores, tal nivel de detalle mata esa magia que puede despertar una novela.

Es mucho mejor que muestres a quienes te leen y se interesan en ti como autor, que no tienes una sola faceta, sino muchas. Estoy seguro de que, además del oficio de escribir, tienes mil cosas interesantes de las que hablar para que tu audiencia se conecte contigo como persona. Hay que aprender también de los influencers y los youtubers: no son pocos los que, luego de tener hordas de seguidores, publican un libro que vende edición tras edición en pocos meses.

Nuestra tarea es hacer lo mismo, pero al revés. Quizás por eso es mucho más difícil, pero por lo menos no tenemos que pagar a un negro literario para que nos lo escriba ;).

El egocentrismo, con traílla corta

Ser escritor es algo maravilloso y con toda la razón del mundo debes engordar tu ego con cada pequeño triunfo en esta carrera, que no es de velocidad, sino de resistencia. Él es quién te impedirá abandonar y te va a pintar de colores los días grises.

Pero ten cuidado que esta bella relación no se vuelva tóxica. He llegado incluso a oír la idiotez de «yo no leo otros autores: me falta tiempo para escribir mi propia obra». Es necesario de cuando en vez un chequeo de realidad y darte cuenta de que eres especial, pero no tanto. Somos una comunidad de muchos con ganas de contar historias: algunos con más suerte que otros, con más o menos talento que tú y todos con las mismas ganas de triunfar.

Se logra aprender cuando se escucha. Se mejora más aprisa cuando se enfrenta este oficio con humildad y la certeza de que no te las sabes todas. Así que el egocentrismo a raya: parafraseando a mi editor, «el día que dejes de ser escritor y te conviertas en autor, te elevarás tanto que te llevará el viento».

Álex Padrón

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