Auto publicación vs Editoriales: en porcientos anda el juego
Uno de los clásicos anzuelos de la auto publicación es el reclamo de que el autor, en lugar de recibir aproximadamente el 10% del precio de venta (varía según la editorial), se queda con el total de las ganancias.
Por mucho que se explique que no es tan sencillo, este cebo atractivo hace que muchos autores noveles piquen sin pensarlo demasiado. Al fin y al cabo, así nos quitamos de encima a esos editores y nos hacemos ricos en el proceso, ¿verdad?
Bueno, se nota que eres nuevo en esto. Déjame explicarte, una vez más. Te lo repetiré hasta el cansancio. O hasta que tú mismo lo compruebes, a base de dosis de realidad.
La falacia del 10%
Lo que no se comprende es que el editor no se queda con el 90% de lo que resta del precio de venta. Ni de cerca.
De hecho, la editorial recibe sólo cerca del 15% del precio de venta del libro. El resto se va en corrección, maquetación, compra de los derechos de imágenes de portada, registro, impresión del libro, los gastos generales, distribución, impuestos, los costes de la publicidad, etc.
Si el autor comparte los gastos con la editorial en modo de coedición, los números cambian ostensiblemente en beneficio del autor: este recibirá un 60% del precio del libro (ya descontado el gasto inicial en que ha contribuido), mientras la editorial se beneficia del 10%.
Este 60%, por supuesto, no será en bruto. La editorial se compromete a poner toda su red de distribución para el autor coeditado, pero el autor asume los descuentos a libreros y distribuidores, que supone entre el 30% y el 50%. La ventaja es que la editorial no sólo pone toda su red, sino que también le lleva la gestión y le liquida las ganancias cada tres meses. Por tanto, en coedición no se trata de una imprenta encubierta.
¿Da igual entonces?
Todo ello te lleva a deducir que tanto publicación tradicional como coedición le supone al autor una ganancia equivalente.
La diferencia es que, en coedición, el autor comparte el riesgo con la editorial (de ahí el término coedición). Es decir, en publicación tradicional, el autor cobra sus regalías a fondo perdido y se desentiende del movimiento del libro. En épocas anteriores, esto podría resultar normal, pero hoy en día, cuando un libro está en vitrina, máximo, quince días, el autor debe responsabilizarse también en moverlo.
En la auto publicación es el autor quién, si es sabio, asume todos estos gastos y crea una obra digna con la asesoría de varios profesionales —a los que tiene que pagar—, y luego hace todas las acciones de marketing para que su libro se venda bien y recupere su dinero. Una vez más, buena suerte con eso: las cacareadas historias de éxito esconden millones de incautos que han fracasado.
Para no ir a tontas y a locas, la solución de compromiso es la coedición. La diferencia está en que en auto publicación la ‘editorial’ es una imprenta y no ofrece nada más que la puesta del libro a disposición del autor. Existen algunas ventajas publicitadas por estas editoriales (ir a una primera presentación con el autor, tráiler del libro, etc.), pero que irán incluidas en el precio de la editorial al autor.
¿Anticipos o regalías?
Hay editoriales que te ofrecen la publicación de tu libro sin costes, pero sin pago inicial por su publicación. Otras incluso especifican que no se te abonará nada hasta que se vendan un número X de ejemplares, que corresponden a los costes en que la editorial incurre cuando se arriesga a apostar por la obra.
Cada escritor es libre de aceptar o rechazar estas condiciones. Depende si tu propósito es sacar algún dinero de inicio, o tener un libro en vitrina del que puedas enorgullecerte y darte a conocer a tus lectores.
De cualquier forma, todos los autores en publicación tradicional reciben su liquidación de regalías de forma anual y es su deber preguntar si algo no les convence. Por otra parte, cuando una editorial apuesta por un libro siempre le da divulgación, eso de sentarse sobre un montón de libros no es cierto. En primer lugar, ocurre que unos libros tienen aceptación en el mercado y otros no. En segundo lugar, la vida en librerías es de quince días, salvo que el libro guste entre los lectores y la demanda te permita tenerlo más tiempo en tienda.
Entendiendo el pago de anticipos
Las editoriales más tradicionales disipan las dudas del autor a través de una solución de compromiso: el anticipo de las regalías. En él, se ADELANTA una cantidad pactada al autor, por lo que la editorial va a tratar de recuperar esa inversión sí o sí. Es una especie de compromiso de que se va a realizar el esfuerzo comercial adecuado para vender, al menos, los ejemplares necesarios para recuperar esa suma.
Es una especie de préstamo a fondo perdido, normalmente el equivalente a lo que recibiría el autor por la venta de la mitad o dos tercios de la tirada que se pacta por contrato. Ergo, el autor no va a ver otra vez ganancias por su obra hasta que no se vendan más que esa cantidad de ejemplares que cubren el anticipo.
Ojo, esta cifra depende del precio del libro, en el que sólo el editor (en coedición el precio se pacta con el autor) es el responsable de fijar y no tiene que figurar en el contrato (y, al ser pactado, sí figura en contrato). Ya después puedes echar cuentas, pero no presiones demasiado a la hora de pedir anticipos… so pena que el editor decida que no es rentable publicar tu obra.
La estrategia de David
Cuando luchas contra 80.000 libros publicados anualmente, no se puede ser tan incauto y pensar que tu libro va a ganar ese maratón; máxime cuando 7 de cada 10 libros tiene detrás el apoyo de los grupos mediáticos más importantes en el mundo editorial. Por ello, las editoriales pequeñas están optando por la coedición.
Esta dinámica le da más juego a la hora de promocionar sus libros, realizando pequeñas estrategias en el ámbito de librerías, ferias y los propios contactos del autor. Esta estrategia produce una venta mucho más fluida y continua que entregarlos a una librería o a un distribuidor y esperar a que quince o treinta días más tarde te devuelvan el 90% de lo vendido previamente.
También, financieramente, es más rentable hacer pequeñas tiradas o hacer impresión bajo demanda que hacer una tirada de 600 ejemplares y cargar con ellos durante años, habiendo pagado la tirada por adelantado.
Editar, ¿para ayer?
Una vez que editor y autor se entienden y deciden sacar adelante la obra, empieza a correr el calendario. Pero no el reloj, por mucho que lo estemos mirando de forma constante: editar a conciencia una obra desde el manuscrito hasta el libro no es cuestión de horas.
Ese es un anzuelo adicional que lanzan al río las editoriales de auto publicación: que en pocos días —horas, incluso— puedes estar empezando a vender tu libro. Así que hacemos pucheros a los editores y nos pensamos que están dejando correr los meses en vano.
La realidad demuestra que, a diferencia de los autopublicados —las excepciones sólo confirman la regla—, los libros de editorial tienen una factura cuidada y un texto pulcro y limpio. En el proceso intervienen muchos profesionales del oficio, y a cada uno de ellos se le debe dar el tiempo necesario para que trate a la obra con el respeto que merece, desde el impresor hasta el revisor.
Aquí, el anticipo y el contrato vuelven a tranquilizar los ánimos del inquieto autor. Lo usual es que el contrato se incluya el tiempo máximo en que la editorial debe terminar la edición del libro y ponerlo a la venta. Luego de este plazo, si la editorial incumple, el autor recupera sus derechos sin necesidad de devolver los anticipos recibidos.
Obvio, el anticipo sirve entonces como la seguridad de que el editor honrará el contrato —o pagará por moroso y de su propio bolsillo.
Tampoco es “hasta que la muerte nos separe”
Otra de las grandes falacias de la auto publicación es la creencia de que se está vendiendo el alma (la obra) al diablo (las editoriales) por toda la eternidad; mientras que autopublicando conservamos los derechos de explotación.
Aunque en el pasado la editorial conservaba los derechos a perpetuidad, esto ha cambiado y mucho. Para empezar, cualquier contrato que no especifique la duración de la cesión de derechos está ahora acotado a la Ley de Propiedad Intelectual, que fija en 15 años el máximo de estas cesiones no pactadas.
De hecho, en la actualidad los contratos fijan estas cesiones en tres, cinco o siete años como máximo. Esto depende mucho del género de la obra y el renombre del autor, pero hay que entender que la editorial debe tener un margen de tiempo razonable para recuperar las inversiones y obtener ganancias, y hay libros que no son tan sencillos de vender. Así que el autor ha de confiar que su obra está en buenas manos y conceda un tiempo prudente: nueve madres no hacen un bebé en un mes.
En coedición se suele pactar la cesión por un año renovable automáticamente, salvo que una de las partes, con un tiempo de tres meses de anticipación, solicite la devolución o retirada de los derechos.