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Oficio de escribir: ni villas ni castillas

Ya sé que es difícil imaginarse la forma de trabajar de los escritores. Mucho oficio de escribir, un poco de imaginación y catarsis por la creación, pero nunca escribes pensando en ese amor imposible o teniendo en mente a una persona en especial.

Esas son distracciones que no llevan a ningún sitio. Los escritos no deben tener dueña (ni dueño), sino que son como pasteles en los que uno se esmera para que salgan bien. Verosímiles. Por tanto, una vez publicados o vendidos, salen de tu vida.

El escritor tiene su discurso y crea personajes y tramas alrededor de ese discurso. Es cierto que una puesta de Sol o un amor imposible emocionan, pero no te ponen a escribir. Tampoco las esencias biográficas. Se pueden arrastrar imágenes como añadido, pero no es la imagen la que inspira. Es más, la inspiración no existe. Es efímera, impredecible y por sí sola no escribe libros.

Los gajes de cuando tienes oficio de escribir

Un cuento, por ejemplo, requiere establecer una serie de epígrafes a determinar antes de ponerse uno a escribir. Así, tenemos la Historia en la que se establecen los personajes con sus descripciones y comportamientos, el Narrador o quién cuenta la historia, el Tiempo en el que se desarrolla la Historia, el Lugar o sitio y, cómo no, la simbología o arquetipos que presenta la Historia y la trama cronológica de sucesos.

Sin embargo, no es suficiente. También hay que establecer Cómo se cuenta la historia donde el Narrador debe establecerse a favor o en contra o neutral al Personaje, el Punto de Vista o a través de quién se cuenta la Historia, la Atmósfera o sensaciones y ambientaciones.

Es necesario estar atentos además a los aspectos gramaticales y sus registros. Sabido es que un campesino hablará de forma muy diferente a la de un sabio.

Otro aspecto importante es determinar el grado de manipulación, es decir, si el Personaje es manipulado o manipula o si el escritor quiere manipular o no al lector. Asimismo, la Trama vuelve a entrar en escena, pero en el sentido de cómo la queremos contar, si ad ovo, in media res, etc.

El escritor en su laberinto

Un escritor aprecia la naturaleza, las caricias y los bebés, pero no cuando escribe; de la misma forma que no piensa en esas cosas cuando liquida un impuesto a la Hacienda Pública.

Escribir es un trabajo de mucho esfuerzo intelectual, de una soledad tremenda y en la que se tienen que poner los cinco sentidos; aparte de hacer tiempo para, no sólo ponerse al día de los acontecimientos, sino para estudiar, leer, informarse y aprender nuevas cosas.

Los escritores no son esos tipos que todos tienen en mente, capaces de pegarse un tiro en la sien a causa de un amor no correspondido, ni juegan al bridge, ni beben whiskey, ni participan en tertulias populares —aunque en ocasiones lo hagamos. La vida en la Literatura es dura, pero más duro es salir a la calle a ganarse el pan y, estoy seguro, que muchos lectores que piensan en escribir no encuentran el tiempo para ello.

Todo escritor también tiene que cocinar, hacerse la comida, ir al supermercado y, cómo no, acudir a su puesto de trabajo en lo que sea su ocupación. Es lo que le ocurre a todos los que escriben. Hacen miles de cosas que no pueden posponer y, luego, cuando tienen tiempo, escriben.

Luife Galeano

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